martes, 28 de febrero de 2012

El Jardín Botánico


Por: Antonio Silva/ 2do. Semestre
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad axista tranquilamente lejos.
A la izquierda del roble─ Mario Benedetti (fragmento).
Foto: ciudaddemexico.com
Pocos lugares quedan en la Ciudad de México como el Jardín Botánico del Institupo de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Un lugar colmado de naturaleza y belleza vegetal que no sólo es visitado por el atractivo de sus especies. Los fines de semana se convierte en un espacio apto para correr y para el sano esparcimiento familiar, a pesar de algunas deficiencias en cuanto a la vigilancia.
Desde las siete hasta las once de la mañana, varias personas ingresan al furtivo lugar. Algujos experimentados con indumentaria Adidas o Nike  lo hacen a paso veloz, otros más como don Javier, de 51 años, con un pants de Pumas y tenis blancos desgastados, lo hace trotando a ritmo lento con la intención de cumplir su propósito para este año, que consiste en bajar esos kilos de más que esconde bajo su sudadera negra.
Foto: ciudaddemexico.com
El sonido que los corredores provocan en su andar al hacer crujir las hojas secas de los arboles, se convierte en un son habitual en el andador de piedra. El clima es agradable, los altos arboles que yacen en los bordes del camino, se entrelazan en el tramo inicial de la senda, formando un techo verde que irradia frescura.
Los pájaros no dan tregua alguna, en todo momento se escucha su cantar compitiendo contra la música que escuchan con sus audífonos jóvenes y adultos. Como la señora Reyna, que a sus sesenta y cinco años usa el reproductor mp3 que su hijo le obsequió para acompañar sus ratos de ejercicio. Incluso el suave silbar de las aves es atenuado con la desafinada voz de  la señora que viste de rosa de pies a cabeza.
El gusto por el ejercicio no delimita edades, así como se ve a don Gabriel, un viejo impetuoso que porta una gorra del Cruz Azul con pants y sudadera en color gris y un bigote blanco sudoroso, también se puede ver a alguien como Renata, niña del Pedregal que a sus 11 años procura acompañar a su mamá para correr cada sábado que les sea posible.
Cerca de la Unidad de Seminarios Ignacio Chávez que en su exterior cuenta con unas bancas para contemplar el lugar mientras se conversa, hay ardillas que van de un lugar a otro para trepar por los árboles.
Foto: ciudaddemexico.com
La mayoría de los que asisten por trabajos escolares o de investigación, entran a Tigrida, la tienda del jardín botánico y hacen una visita al área de plantas medicinales, donde muy cerca las personas se detienen a observar el pequeño estanque que contiene peces gato y siete tortugas de tamaño mediano.
Después de pasar por los viveros y los cortos pastizales que seducen a la gente para recostarse bajo la sombra de un fuerte roble o para sentarse a platicar, o bien para que los niños hagan sus peripecias teniendo como lienzo ese amplio césped, el camino se vuelve un tanto árido, el sol pega de manera más directa y el sonido que metros antes, era el crujir de la hojarasca, se convierte en el ruido que hacen pequeñas piedras grises y rojizas al ser pisadas.
En ese camino se pueden observar especies como el maguey, el palo loco, algunas especies de oreja de burro que tiene como característica la amplitud de sus hojas, y algunos árboles que apenas empiezan a crecer como el copal y el encino.
Observando el cielo a la distancia, el azul y el blanco de las nubes, más el verde de los árboles son los únicos colores que se perciben. La única presencia de urbanidad, se ve a lo lejos al mirar las casas de Jardines del Pedregal. El andar sobre las rocas es acompañado por el sonido de las torres de energía eléctrica.
Foto: ciudaddemexico.com
Desde las once de la mañana empiezan a llegar los chavos en grupo o los niños con sus papás que son mandados para hacer trabajos escolares. A esas horas se observa a más gente recostada sobre el pasto.
Alejandro Valdés, hombre robusto, güero, con chaleco azul y un arete colgando de su oreja izquierda es encargado de vigilancia los fines de semana, al hacer cuentas, comenta que en fin de semana entre 50 y 60 personas ingresan al jardín para realizar alguna actividad física y un aproximado de 300 personas e incluso cinco camiones escolares acuden al lugar por motivos de investigación y consulta.
Aunque también acuden a este sitio, los abusivos, los despistados o los lujuriosos. Con ellos el propósito del Jardín Botánico pasa a un segundo plano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario